Cuando el divorcio está servido y existen hijos en común necesariamente ambos padres deben de dar la difícil noticia.
El divorcio es un proceso doloroso para la familia completa, pero en especial para los niños, pues es como “hablar acerca de la muerte”.
Conscientes o inconscientes de esto, es entonces, cuando a los padres les surgen interrogantes: ¿Cómo damos la difícil noticia?, ¿Cómo lo justificamos frente a los niños? ¿Qué les decimos? ¿Hay que contarles las razones de la separación?... en fin, la idea es tratar de conocer las reacciones del niño o los niños.
Paulino Castells, especialista en psiquiatría familiar, pediatría y neurología, en su libro “Los padres no se divorcian de sus hijos” nos da las claves para aprender a manejar el proceso y, lo más importante, seguir con ellos tras la separación.
El reconocido experto describe la importancia de la buena comunicación, antes, durante y después de la ruptura y aporta ejemplos concretos de cómo debe ser la comunicación según la edad de los hijos y las circunstancias del divorcio.
Un intenso sentimiento de pérdida. La pionera del psicoanálisis infantil, Anna Freud, hija menor del fundador del psicoanálisis, Sigmund Freud, en 1944, en plena Segunda Guerra Mundial, comentaba al respecto: “ Por encima de todo, la guerra representa para los niños el tiempo durante el cual ellos están separados de sus padres. Se dice que después de la muerte del padre o de la madre, los niños pequeños se conducen exactamente como si sus padres solamente hubieran partido; entonces, también podemos decir que cuando los padres se van, los niños se conducen como si ellos hubieran muerto. Lo importante para el niño reside en la ausencia o la presencia corporal del objeto de amor”.
De ahí la importancia de saber manejar la situación ya sea bajo la sombrilla de un especialista, a través de consultas, o de buenos libros.
La despedida
De acuerdo a Castells, la partida de un progenitor del hogar es un suceso extraordinario en la vida de un niño.
Los hijos están preocupados de detalles de la vida de sus padres que se hallan fuera de su campo visual. Se formulan continuas e inquietantes preguntas cómo: ¿dónde vive?, ¿quién le cocina?, ¿quiénes ahora serán sus amigos? y hasta ¿quién le plancha sus camisas?
Repuestas según su edad
Los niños que presentan una buena salud mental ante la separación acostumbran a responder de manera más equilibrada al acontecimiento, según el autor de Psicología de la Familia.
Menos de 3 años
Al principio, al niño le costará interaccionar con el progenitor que ha roto el vínculo. En este caso lo ideal es jugar con el pequeño detrás de una sábana o puerta y aparecer de inmediato para lograr que se sienta seguro y tranquilo en su ausencia.
De 3 a 5 años
Los niños que pierden a sus padres antes de haber establecido una clara identificación, suelen tener más problemas que cuando la ausencia se produce después de esta edad.
De 6 a 8 años
Esta edad es la frontera entre incomprensión y la comprensión. Por algo se le conoce como “La edad de la razón”. El niño de alguna manera acepta mejor la situación.
De 9 a 12 años
Los síntomas de trastornos psicosomáticos son frecuentes en estas edades: dolor de cabeza, barriga, espalda. Síntomas expresivos del alto nivel de ansiedad.
A estas edades se produce un rápido fortalecimiento de la personalidad.
Síntomas
Fundamentales
Temor a peder a los seres queridos. Algunos no quieren ir a la escuela y se resisten a dejar la casa, incremento de las necesidades de caricias, protección y facilidad para inventar historia y fantasías.
En caso de los adolescentes, de 13 a 18 años, se destaca un profundo sentimiento de pérdida.
Es la época más delicada, en la que pueden quebrarse aspectos de la personalidad de los jóvenes si la crisis matrimonial no es conducida por los cauces civilizados de respeto entre todas las partes involucradas.
Algo muy serio que puede acontecer -dice Castells- es el intento de suicidio.
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