La imagen de su enfermedad
Aine Atelmachniewicz tiene 33 años, pesa 22 kilos y es la anoréxica más flaca de Gran Bretaña.
"Cada mañana me levanto y me miro al espejo con disgusto. Quiero con desesperación ser normal, vivir mi vida como cualquier otra mujer joven y tener un novio. Pero no puedo. Peso 22 kilos y sigo pensando que estoy gorda", contó la joven, en diálogo con el diario británico The Sun.
Al tomarse sus raquíticos muslos, Atelmachniewicz expresó: "Mis piernas están engordando". "Sé que me estoy matando a mí misma pero no puedo meterme nada en la boca", agregó
"Todo lo que puedo comer son cuatro pequeños paquetes de chocolate y una bebida nutricional por día. Si yo tuviera cualquier otro alimento o bebida, físicamente convulsionaría", contó.
Además, develó que no puede tocar a nadie que haya tenido comida porque teme que la contaminen con las calorías.
La pesadilla de Aine comenzó cuando era una adolescente. "Me burlaban porque tenía un eczema. Estaba tan mal que entraba y salía del hospital. Tenía costras por todas partes de mi cara y mis compañeros me ridiculizaron. Me hicieron odiar mi piel y todo sobre mi cuerpo", declaró.
Como si fuera poco, por aquella época sus padres se divorciaron y vivió momentos muy dolorosos. "Ahí fue cuando un día me di cuenta de que todas las chicas populares y felices eran flacas. Empecé a creer que, si me convertía en delgada, mi vida iba a ser mucho mejor. Entonces empecé a perder peso e, inmediatamente, la gente comenzó a notarme. Quienes me burlaban empezaron a ser más buenas conmigo".
"Las chicas me decían que lucía espectacular y me invitaban a salir con ellas", manifestó. Con el paso del tiempo, la situación se fue tornando más peligrosa y Aine empezó a comer cada vez menos y a saltearse comidas.
Dos años más tarde empezó a sobrevivir con un vaso de gaseosa de dieta. Cuando su madre no tenía nada más que hacer, la internaron por seis meses.
"La necesidad de ser flaca era demasiado fuerte. Pensaba que solo podía gustar si era delgada". Sus días en el hospital fueron los peores de su vida. Si no comía, la encerraban en el cuarto.
En el nosocomio conoció a otra chica que padecía un mal parecido: comía mucho pero perdía peso porque tomaba laxantes. Como le pareció que "sonaba increíble", la imitaba.
"Comencé a comer y vomitar y empecé a tomar unas cien pastillas para asegurarme que toda la grasa saliera de mi cuerpo. Parecía mucho mejor que morirme de hambre. Me mataba por adentro pero estaba flaca. Y eso era todo lo que me importaba. Me pasaba todo el día comprando comida y pensando en qué iba a comer al otro día", indicó.
Sus compañeras de hospital no fueron una buena influencia por la competencia que existía y los doctores la mandaron a su casa, para una "internación domiciliaria". Sin embargo, fue internada tres veces porque su cuerpo no daba más: se le caían los dientes, sus ojos no soportaban la luz y los huesos comenzaron a debilitarse.
En la actualidad, Aine intenta mantenerse en peso. Hace más de cuatro años pesa 22 kilos. No obstante, la anorexia ya hizo estragos en su cuerpo: no menstrúa desde que tiene 15 años y no puede tener hijos. Además, padece oesteoporosis y puede dormir sólo una hora.
"No tengo verdaderos amigos de mi edad y me doy cuenta que la gente me mira cuando salgo. Eso no es vida. Puedo morirme en días o semanas o puedo vivir por años. Sólo espero que la gente nunca elija seguir mis pasos", expresó.
Aine Atelmachniewicz tiene 33 años, pesa 22 kilos y es la anoréxica más flaca de Gran Bretaña.
"Cada mañana me levanto y me miro al espejo con disgusto. Quiero con desesperación ser normal, vivir mi vida como cualquier otra mujer joven y tener un novio. Pero no puedo. Peso 22 kilos y sigo pensando que estoy gorda", contó la joven, en diálogo con el diario británico The Sun.
Al tomarse sus raquíticos muslos, Atelmachniewicz expresó: "Mis piernas están engordando". "Sé que me estoy matando a mí misma pero no puedo meterme nada en la boca", agregó
"Todo lo que puedo comer son cuatro pequeños paquetes de chocolate y una bebida nutricional por día. Si yo tuviera cualquier otro alimento o bebida, físicamente convulsionaría", contó.
Además, develó que no puede tocar a nadie que haya tenido comida porque teme que la contaminen con las calorías.
La pesadilla de Aine comenzó cuando era una adolescente. "Me burlaban porque tenía un eczema. Estaba tan mal que entraba y salía del hospital. Tenía costras por todas partes de mi cara y mis compañeros me ridiculizaron. Me hicieron odiar mi piel y todo sobre mi cuerpo", declaró.
Como si fuera poco, por aquella época sus padres se divorciaron y vivió momentos muy dolorosos. "Ahí fue cuando un día me di cuenta de que todas las chicas populares y felices eran flacas. Empecé a creer que, si me convertía en delgada, mi vida iba a ser mucho mejor. Entonces empecé a perder peso e, inmediatamente, la gente comenzó a notarme. Quienes me burlaban empezaron a ser más buenas conmigo".
"Las chicas me decían que lucía espectacular y me invitaban a salir con ellas", manifestó. Con el paso del tiempo, la situación se fue tornando más peligrosa y Aine empezó a comer cada vez menos y a saltearse comidas.
Dos años más tarde empezó a sobrevivir con un vaso de gaseosa de dieta. Cuando su madre no tenía nada más que hacer, la internaron por seis meses.
"La necesidad de ser flaca era demasiado fuerte. Pensaba que solo podía gustar si era delgada". Sus días en el hospital fueron los peores de su vida. Si no comía, la encerraban en el cuarto.
En el nosocomio conoció a otra chica que padecía un mal parecido: comía mucho pero perdía peso porque tomaba laxantes. Como le pareció que "sonaba increíble", la imitaba.
"Comencé a comer y vomitar y empecé a tomar unas cien pastillas para asegurarme que toda la grasa saliera de mi cuerpo. Parecía mucho mejor que morirme de hambre. Me mataba por adentro pero estaba flaca. Y eso era todo lo que me importaba. Me pasaba todo el día comprando comida y pensando en qué iba a comer al otro día", indicó.
Sus compañeras de hospital no fueron una buena influencia por la competencia que existía y los doctores la mandaron a su casa, para una "internación domiciliaria". Sin embargo, fue internada tres veces porque su cuerpo no daba más: se le caían los dientes, sus ojos no soportaban la luz y los huesos comenzaron a debilitarse.
En la actualidad, Aine intenta mantenerse en peso. Hace más de cuatro años pesa 22 kilos. No obstante, la anorexia ya hizo estragos en su cuerpo: no menstrúa desde que tiene 15 años y no puede tener hijos. Además, padece oesteoporosis y puede dormir sólo una hora.
"No tengo verdaderos amigos de mi edad y me doy cuenta que la gente me mira cuando salgo. Eso no es vida. Puedo morirme en días o semanas o puedo vivir por años. Sólo espero que la gente nunca elija seguir mis pasos", expresó.
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