SAN PEDRO DE MACORÍS. Tano Martino, fenecido comentarista, cuyo nombre lleva el palco de prensa del estadio Tetelo Vargas, recomendaba a los seguidores de las Estrellas celebrar los triunfos cuando llegaran, no importara la fase del torneo, y no reservar energías, para si alguna vez se llegara a materializar el tan esperado “año verde”, que ni él pudo ver. “Por si llovía o se iba la luz”.
Hoy más que nunca esa sugerencia de Martino se acoge al pie de la letra en San Pedro de Macorís, ya sea por el núcleo de jugadores nativos que tiene la novena, por los resultados que se suceden desde temprano en la serie regular, o por la presencia en uniforme de Robinson Canó.
Enormes hileras de vehículos para ingresar o salir del estadio, celebración en masa en el malecón tras los partidos con disco light incluidas, toque de queda televisivo con Telecentro en los choques de locales desplazando a las telenovelas, vendedores haciendo su “Agosto” en invierno y un mercado negro con tickets hasta cinco veces su precio en boletería es lo que se vive en la tierra de Pedro Mir y Sammy Sosa.
Los más optimistas respiran un aroma de campeón que supera el de bienvenida a la ciudad que emana del río Higuamo.
“Nunca había visto algo así, esto es de locura, ni cuando el equipo fue a la final en 2011 o cuando tuvo un equipazo con (Alfonso) Soriano, Vladimir (Guerrero) y (Armando) Benítez (en 2001)”, dijo el cronista Alberto Medina, con más de tres décadas cubriendo a los Paquidermos, y autor del libro Historia de las Estrellas Orientales.
De hecho, buhoneros capitaleños del parque Quisqueya, que vieron el mundo venírsele arriba cuando Escogido y Licey quedaron eliminados y no tendrían mercado en la postemporada, han encontrado en la Serie 23 el espacio para “cuadrar”.
“Crecí limpiando butacas en este play, y hoy (el miércoles) tuve que pagar tres boletas de preferencia a RD$1,250 cada una, porque mi mujer no quería perderse este juego. No es la primera vez que me ocurre esta temporada, que vengo al play, y tengo que comprar en el mercado negro”, dijo Ernesto Encarnación, un ingeniero industrial que vive en los alrededores del Tetelo Vargas, acompañado de su esposa e hija, sobre el precio de las boletas, cuyo precio original es RD$400.
“Compro y vendo boletas”, decía un vendedor a la entrada del estadio a las 6:15 p.m., con tickets de palcos a RD$3,000, “esperando a los aguiluchos que lleguen de Santiago”. Esas entradas cuestan RD$600, pero se agotaron en ventanillas un día antes.
Un grupo de estudiantes de New Jersey y Carolina del Norte que vacaciona en el país se ha sumado a la histeria. Fanáticos de Canó desde sus años en los Yanquis, el grupo compró indumentarias del equipo en la tienda oficial que disfruta de ventas récord, y se confunde en el público.
“Me habían hablado de la pasión de los dominicanos con el béisbol, planifiqué mis vacaciones para conocer de primera mano la experiencia, y esta energía me ha convertido en fanático más de este equipo. La entrada de Canó ha sido un extra”, dijo Jenny Fannighan, con gorra y chaqueta verde.
El momento que vive el conjunto ha modificado las agendas, hasta de reconocidas figuras públicas que simpatizan con el equipo, como el procurador General de la República, Francisco Domínguez Brito (un santiaguero confeso estrellista), el psiquiatra César Mella o el economista Vicente Bengoa, ex administrador del Banco de Reservas y ex ministro de Hacienda.
El ingreso de Canó no ha sido más que otra chispa a un volcán que tiene 46 años sin que su erupción salga del interior de la montaña.
Cuando el toletero sale a batear, cada pitcheo es seguido de pie, con celulares grabando cada movimiento que hace, y a la espera de que conecte los envíos contrarios con la efectividad de su .310 de por vida en las Grandes Ligas, para disparar los decibeles en “la casa de los bigleaguers dominicanos”, y a miles que los siguen por radio, TV e Internet.
José Mallén, presidente del equipo, entiende que, proporcionalmente al tamaño, ningún otro estadio ha tenido mejor asistencia que el Tetelo esta temporada, aunque rehúsa dar detalles del promedio.
“En lo sentimental, no tenemos tasa de rechazo. Liceístas y escogidistas se nos han unido, y casi todo el mundo quiere que ganen las Estrellas, eso ha sido bueno para darnos vibra, pero hay que poner el equipo en el terreno para ganar”, dijo un directivo verde.
Haz que suceda, y sin misericordia
El grito de guerra “el año verde” fue sustituido por “make it happen”, (haz que suceda), y se utiliza en la espalda de las camisetas de prácticas para comprometer a los jugadores. También se agregó el “no mercy” (sin misericordia) en las graderías, cuando el equipo tiene corredores en bases, y tras la entrada de Canó se entregaron cientos de camisetas con el logo “keep calm, I’m a Canó fan” (tranquilo, soy un fanático de Canó), otra forma de identidad. En San Pedro, con una historia centenaria de inmigración inglesa caribeña (cocolos) atraída por la industria cañera que se expresa en cientos de apellidos en la lengua de Shakespeare, el mensaje llega en ambas lenguas, pero nadie está ajeno a este intento 45 al hilo por conquistar la tercera corona (el equipo no jugó la temporada 1998-99 a causa de los daños que ocasionó al estadio el huracán George).
No hay comentarios:
Publicar un comentario