MADRID. (elmundo.es). Acoger una futura criatura, darle durante nueve meses una casa donde guarecerse y que así pueda pasar de embrión a bebé; sobrellevar los posibles problemas médicos y, finalmente, parir. El siguiente gesto es el que marca la diferencia en esta historia, hasta ahora en apariencia común: entregar el bebé.
La gestación subrogada -los llamados vientres de alquiler- no es una práctica legal en España, pero hay dos organizaciones que trabajan en pro de su regularización: la Asociación por la Gestación Subrogada en España y la Asociación Son Nuestros Hijos. La semana pasada, un grupo de académicas, filósofas y juristas feministas, con los tótems Amelia Valcárcel y Victoria Camps a la cabeza, lanzó un manifiesto, #nosomosvasijas, que ha alcanzado ya más de 600 firmas y se adhiere a la campaña internacional Stop Subrogation Now. En el texto mostraban su “preocupación ante los variados pronunciamientos a favor de la maternidad subrogada o la práctica de alquiler de vientres de mujeres en favor de terceros”.
Según la Organización Mundial de la Salud, se estima que hay en el mundo 80 millones de parejas con problemas de fertilidad. El dato lo recoge la Fundación Víctor Grífols i Lucas, que promueve la discusión bioética y está presidida por Victoria Camps, una de las firmantes de #nosomosvasijas. En el documento La subrogación uterina: análisis de la situación actual, elaborado por expertos en distintos ámbitos (jurídicos, psicosociales, bioéticos) y publicado a finales del mes de abril, también se lee que, “en nuestro país, un 16% de las parejas en edad de tener descendencia se ve afectada por problemas de infertilidad”.
La terminología, por complicada, exige una explicación. Dice el informe: “El término subrogación uterina se aplica cuando la gestación también se lleva a cabo por parte de otra mujer, la llamada madre portadora o subrogada; la mujer que presenta los problemas reproductivos y que no va llevar a término el embarazo recibe el nombre de madre subrogante”.
La portavoz del manifiesto que afirma que #nomosvasijas, Alicia Miyares, también desgrana los puntos a tratar desde la terminología. “Los que la defienden emplean la palabra gestación, un eufemismo, y nosotras nos negamos a usar esa terminología, porque no es aséptico y porque tiene muchas implicaciones, por eso decimos vientre de alquiler, para describir lo que realmente es, o útero de alquiler, que también niegan porque quieren desvincular la idea de madre de todo el proceso”, expone en conversación con El Mundo.
Desde la Asociación por la Gestación Subrogada en España (AGSE, a partir de ahora)se respira parecido. Dice su portavoz y secretaria, Aurora González, que “se siente ofendida”: “Me llaman vientre, útero de alquiler, me insinúan que soy una vasija, desconfían de mis motivos y creen que sólo puedo tener motivaciones económicas”. La organización que representa, creada en 2013, tiene desarrollada una iniciativa legislativa popular que regularizaría la gestación subrogada, prohibida en España en el artículo 10 de la Ley 14/2006 del 26 de mayo sobre las técnicas de reproducción asistida.
Tanto Son Nuestros Hijos como AGSE sostienen que la gestación subrogada puede darse como “mecanismo de solidaridad entre dos mujeres”, dice Antonio Vila-Cor, vicepresidente de Son Nuestros Hijos. “No volvamos al antiguo paternalismo, aquel que impone sus ideas y su ética”, reclama Aurora González, “no entienden que con esta técnica no hay una mujer que renuncie a la patria potestad, sino que ese embrión no es su hijo, un ejemplo casi idéntico lo encuentras en las familias de acogida, pero en una fase de la vida del niño anterior al nacimiento. Cuando es un embrión es mi hijo y cuando nace es mi hijo, sólo hay una cesión del cuidado, que ya no es exclusivo de las mujeres precisamente gracias a la lucha feminista y, ahora, el feminismo no se pone de acuerdo”, prosigue.
Mientras unas aluden al altruismo que puede haber en algunos seres humanos -que puede llevarles por “solidaridad, empatía o feeling” a engendrar el hijo de otra pareja-, otros alertan de que “el debate no puede ir por la cuestión emocional o de las vivencias personales. No se cuestiona que una mujer sin útero esté viviendo un drama, pero el debate ha de ser ético y jurídico. ¿Se puede comprar todo, en términos éticos? ¿El hecho de la libertad individual justifica que lo compremos todo?”.
Desde la idea de “opción libre” habla Elena Gascón-Vera, profesora de Literatura y Estudios Feministas en Wellesley College (Estados Unidos) y “feminista 100%”, tal y como ella misma se define. Aunque considera “en sí una bar baridad la gestación subrogada”, incide sin embargo en que “hay que respetar la libertad individual de cada uno y no juzgar las razones personales de cada cual a la hora de tomar una decisión tan dura como alquilar el cuerpo o prostituirse, siempre y cuando no sea esclavitud”. Prostitución y vientres de alquiler son las dos piedras de toque que suelen dividir al feminismo.
‘Menos paternalismo antiguo’, dicen quienes están a favor de la gestación subrogada
La realidad pasa por atender, también, a lo que sucede en el extranjero. En el amplio documento de la Fundación Víctor Grifols i Lucas se apunta que “desde principios de la década de 1970, se calcula que más de 25.000 mujeres han actuado como madres subrogadas, dando a luz de una forma legal y mediante un proceso comercial en Estados Unidos”. Las firmantes de #nosomosvasijas, por su parte, se muestran “radicalmente en contra de la utilización de eufemismos para dulcificar un negocio de compra-venta de bebés mediante alquiler temporal del vientre de una mujer, viva ésta en la dorada California o hacinada en un barrio de la India”.
En Tailandia, donde el negocio de la gestación subrogada es más económico que en Estados Unidos, se prohibió el pasado febrero la maternidad subrogada a extranjeros. Ya no se puede ir al país con la intención de irse siendo padres. Es la solución británica la que puede dar algo de luz. En Reino Unido se proscribe la práctica comercial de la maternidad subrogada pero se permite siempre que la práctica no implique la ejecución de un contrato; la filiación del nacido la mantiene la madre que da a luz y sólo se transfiere, pasado un tiempo de reflexión, a los padres intencionales. “Están teniendo un problema serio”, explican al respecto desde #nosomosvasijas, “hay escasez de gestantes que quieran ser madres subrogadas y, como el proceso es minucioso, las parejas terminan yéndose fuera”.
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