MARIANA, Brasil, 8 Nov 2015 (AFP) – Thiago Santos abrazó a su abuela Darci cuando comenzó el deslave. “¡Jesús ayúdame!”, fueron las últimas palabras del niño de siete años antes de que el lodazal se lo tragara para callar su voz.
Su nombre está en la lista de desaparecidos de Bento Rodrigues, el pueblo de Minas Gerais (sureste) que arrasó la furia del tsunami generado por el colapso de dos embalses con desechos de mineral de hierro y agua.
“Mi vida acabó, antes luchaba por él, salía a trabajar por él, para darle un futuro. Ahora no tiene sentido, continuar para qué”, se pregunta devastada su madre de 28 años, Geovana Aparecida Rodrigues, con los ojos rojos de tanto llorar.
La abuela, Darci Francisca dos Santos, de 58, sobrevivió, fue hallada a 500 metros de su casa y se recupera ahora en el hospital.
El miedo
Geovana pasa gran parte de la semana fuera de Mariana, la ciudad más cercana a Bento. Trabaja como soldadora en una zona próxima a Sao Paulo, unos 650 km al sur. Darci cuidaba de Thiago de lunes a viernes en Bento, donde el niño iba a la escuela.
Geovana pasa gran parte de la semana fuera de Mariana, la ciudad más cercana a Bento. Trabaja como soldadora en una zona próxima a Sao Paulo, unos 650 km al sur. Darci cuidaba de Thiago de lunes a viernes en Bento, donde el niño iba a la escuela.
Los fines de semana madre e hijo los pasaban juntos.
Uno de los mayores temores del niño, recuerda la madre, era precisamente morir ahogado. En una oportunidad, Geovana saltó al agua para rescatarlo de una piscina honda en la que se lanzó para buscar una pelota
Uno de los mayores temores del niño, recuerda la madre, era precisamente morir ahogado. En una oportunidad, Geovana saltó al agua para rescatarlo de una piscina honda en la que se lanzó para buscar una pelota
“Ese día me dijo: ‘mami, casi morí pero me salvaste’. Está vez no pude salvarlo”, se reprocha sollozando.
Ese fatídico jueves, el niño ya estaba en casa cuando comenzó el deslave: 55 millones de m3 de desechos mineros mezclados con 7 millones de m3 de agua se lanzaron para destruir 80% de Bento Rodrigues.
“En el momento en que oyeron el ruido del agua su abuela se le acercó y lo abrazó en el cuarto mientras entraba el lodazal. Ahí comenzó: ¡Jesús ayúdame!, ¡Jesús ayúdame!… hasta que no lo escuchó más, el lodo se lo había tragado”, narró Geovana a la AFP.
No está claro por qué no salieron corriendo, por qué optaron por quedarse en casa. La abuela recién se recupera.
En todo caso, y aunque aún le queda una pizca de esperanza -“para Dios nada es imposible”, rezó-, Geovana pasas las horas llorando a su hijo.
Pesimismo
Los bomberos se niegan a declarar como fallecidos a los 28 desaparecidos en esta tragedia. Hasta ahora se confirmaron dos muertes por el siniestro.
Los bomberos se niegan a declarar como fallecidos a los 28 desaparecidos en esta tragedia. Hasta ahora se confirmaron dos muertes por el siniestro.
“Trabajamos hasta el último minuto en la búsqueda de vidas, en ningún momento vamos a trabajar en la búsqueda de cuerpos”, dijo el comandante general de los bomberos de Minas Gerais, coronel Luiz Gualberto Moreira.
Son 58 bomberos especializados en rescate distribuidos en toda la zona afectada, que además de Bento incluye a cinco distritos más. Siete helicópteros prestan apoyo aéreo.
Los rescatistas van abriendo huecos en el fango para que un perro entrenado huela cualquier rastro de vida… o muerte.
Pero los días pasan y la esperanza comienza a apagar el optimismo de algunas autoridades.
“No le quiero quitar la esperanza a nadie, puede que consigamos a alguien con vida, pero a medida que va pasando el tiempo la esperanza va disminuyendo”, reconoció el gobernador, Fernando Pimentel.
En paz
Como Geovana, Marcelo Felicio no cree que su madre aparezca con vida.
Trabaja en la mina donde se registró el incidente y ahora se reprocha no haberse mudado antes de ese lugar donde creció, sabiendo los riesgos que implicaba vivir bajo ese embalse.
Estaba en la oficina y desesperado salió rumbo a casa cuando escuchó las alarmas. Su familia, la de su esposa, todos vivían allí
“Cuando llegué ya estaba todo inundado, tuve que dar una vuelta. Al llegar estaba todo el mundo desesperado, tuve noticias de que mi hermano, mi cuñado y sobrina estaba bien, la familia de mi esposa, bien, pero me dijeron: ‘su mamá no estaba en la casa de su hermana'”, recordó.
Maria das Graças Celestino da Silva, 65 años, estaba en casa de Marcelo cuando comenzó el desastre.
“Cuando supo cerró la puerta de casa y salió corriendo, pero como ella estaba viejita el lodo se la tragó”, relató.
“Si ella está viva será una alegría inmensa tenerla de nuevo, pero si Dios decidió llevársela espero que esté en paz, porque fue una gran madre, la amo mucho”, añadió antes de romper en llanto.
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