EFE. REPORTAJES. En algunas parejas, una pizca de celos es vista como algo natural e incluso necesario, porque la entienden como una muestra de afecto de la persona amada, preferible a la indiferencia. Pero si estos sentimientos son permanentes o intensos, pueden desgastar y perturbar la relación afectiva, hasta hacerla insoportable.
“Si los celos son señales de amor, es como la calentura en el hombre enfermo, que el tenerla es señal de tener vida, pero vida enferma y mal dispuesta”, escribió el emblemático escritor español Miguel de Cervantes Saavedra, hace más de tres siglos.
La frase del genial Cervantes, no sólo demuestra la sabiduría del autor del Quijote, sino además que el de los celos es un tema muy antiguo y que, quizá, surgió con la propia especie humana, en el mismo instante en que por primera vez una mujer y un hombre unieron sus vidas, llevados por el amor.
Los celos son una emoción que surge como consecuencia de querer poseer en exclusiva a la persona amada, lo cual hasta cierto punto puede parecer algo natural, pero que puede volverse patológico si es una actitud exagerada y permanente.
A veces son explícitos, como los del esposo que desconfía de la fidelidad de su mujer. La interroga sobre sus compañeros de trabajo, no soporta que le cuente cómo son o que ha estado con alguno de ellos. Sospecha cada vez más de ella quien, ya cansada del asedio continuo, se niega responder a sus preguntas.
En otras ocasiones son encubiertos, como los de la esposa que regaña, critica o agrede verbalmente a su marido, que se encuentra en una buena posición social o laboral, para obtener todo el poder que le resulte posible en el ambiente doméstico y derribarlo de su pedestal.
No obstante, las consecuencias para la persona celosa son similares: malestar, angustia, nerviosismo, tristeza, inseguridad, falta de confianza en sí misma, retraimiento, fantasías obsesivas, comparación enfermiza con otras personas.
Un veneno lento pero inexorable. Va envenenando sin prisa pero sin pausa su existencia, porque los celos la llevan a sentir desconfianza, enfado y vigilancia continua hacia su pareja o seres más cercanos y queridos.
“Aunque suelen afectar a la pareja, pueden dañar cualquier otra relación, incluso la que mantenemos con nosotros mismos”, explica la terapeuta transpersonal Maite Artiaga, que imparte cursos de Relaciones Sanas y Conscientes.
Señala que al comienzo de una relación, los celos pueden ser una manifestación más de amor intenso y socialmente se acepta como tolerable o normal cierta dosis de celos, pero a la larga pueden volver tóxico el vínculo e incluso destruirlo.
El individuo celoso comienza a desconfiar de su pareja, le pregunta acerca de sus dudas o se imagina situaciones en las que el otro le “traiciona”. Tiene estallidos de celos, se niega a confiar en la persona con quien comparte su vida y se va distanciando de ella hasta que ya no existen comunicación ni diálogo.
“A veces, los celos son tan exagerados que llegan a extremos en los que se confunden con el miedo o la intolerancia, y producen casos como el de esposas o esposos que prohíben a sus cónyuges salir, hablar con los demás, arreglarse y aún así siguen pensando que su pareja les ha sido infiel”, señala Artiaga.
Sólo el hecho de que el celoso reciba ayuda psicológica o en última instancia la ruptura, que termina por verse como un alivio inevitable, pueden ayudar a salir de estas situaciones.
Las claves
1. Una distorsión mental
La gente celosa tiene una distorsión del pensamiento: “por mucho que amemos a alguien, y compromisos o planes en común que tengamos, no poseemos a esa persona. Los celos son miedo a perder algo, pero no se puede perder algo que no se tiene”, señala la terapeuta transpersonal.
2. Reconocer la situación
Para superar los celos, lo primero, aunque no lo más fácil es reconocer que se padece. El celoso o celosa ha de descubrir en qué momentos y situaciones se comporta como una persona celosa y qué es lo que hace, piensa y siente en esos momentos.
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