SANTIAGO. “Vivo por un milagro de Dios”, es la expresión con la que se identifican quienes después de haberse visto en pleno lecho de muerte hoy pueden contar ellos mismos su propia historia. Cuando todo indicaba que Andrés o “Andrecito”, como le conocen en el barrio Pekín donde vive, moriría producto de un trágico accidente mientras se dirigía camino a la localidad de Bonao, él testifica haber visto la misma mano de Dios dándole una segunda oportunidad para arreglar y enmendar su vida.
“Quería llevarme el mundo por delante, me iba muy bien en mis negocios, era una persona muy próspera y productiva y me creía que no necesitaba de nadie y mucho menos a Dios”.
Sin embargo, un día de esos que marcan la vida de cualquier persona para siempre y mientras Andrés se conducía a una velocidad que sobrepasaba los 250 kilómetros por hora en su motocicleta fue impactado por un vehículo pesado que terminó postrándolo en una silla, imposibilitado para mover sus piernas.
“Y aunque todo parecía que mi vida terminaba ahí por el hecho de que era una persona muy activa y productiva, hoy puedo testificar que nací ese día… ahora no puedo mover mis piernas, pero tengo la gracia de Dios que me acompaña dondequiera que voy”.
Y es que Andrés no se conformó con el hecho de que no podía caminar producto de las lesiones que recibió en la columna tras el accidente, sino que entendió que tenía una nueva vida y una nueva oportunidad que debía aprovechar.
“Empecé a orar y confiar en que algo muy bueno iba a salir de todo esto, que no me iba a quedar postrado en una cama, sino que alguna estrategia divina iba a aparecer para que pudiera seguir trabajando y ayudando a su familia”.
Y es que sus cuatro hijos: Andrew de 5 años, Bryan de 7, Michelle de 14 y Clarinet de 9 y su esposa Sixta necesitaban verlo ahí con el alma de pie aunque físicamente no podía caminar.
“Pensé que necesitaba algún aparato con el que pudiera moverme, salir a la calle y seguir trabajando sin tener que depender directamente de alguien más que tuviera que transportarme en una silla de ruedas”.
Fue entonces cuando, según contó, “una persona de manera milagrosa” a través de lo que califica “un toque de Dios” le regaló una motocicleta eléctrica, que era justo lo que necesitaba “y por lo costoso del aparato no podía comprar, aunque había orado exactamente por algo así”, manifestó.
Ahora Andrés es conocido no sólo en el barrio Pekín de la zona sur donde vive sino en distintas partes del país como el joven que vende artículos deportivos y electrónicos, quien en su “scooter” o motocicleta se traslada de un lugar a otro a llevar las mercancías que sus clientes solicitan.
De ahí extrae el sustento diario para su familia, y es que desde tempranas horas de la mañana sale a regar sus mercancías, venciendo todo obstáculo y dejando a su paso como evidencia la expresión “no hay nada imposible”.
Sin lugar a dudas, Andrés se ha convertido en un verdadero ejemplo de superación para quienes al verlo imposibilitado para mover sus piernas se han atrevido incluso a declarar que “a Andrés lo ha movido la misma gracia de Dios”.
Un apunte
A sus 33 años y producto de un accidente que lo dejó imposibilitado para caminar, Andrés testifica haber experimentado un cambio que transformó su vida y le dio una nueva oportunidad para vivir.
A cuatro años del accidente cuenta: “Tengo cuatro años bien vividos, aprovechados en Dios, no cambio lo que he vivido en estos cuatro años por los 29 que viví sin Dios y sin dirección”.
Exhorta
Andrés exhorta a los jóvenes aprovechar su juventud, vivir una vida sana y en plenitud, no querer llevarse el mundo por delante y mucho menos esperar a que tengan que pasar por una experiencia amarga para reflexionar en cómo han estado desperdiciando los mejores años de su vida.
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