Uruguay AP.— Los trabajadores del cementerio de la ciudad
de Carmelo revelaron que dos personas posiblemente fueron sepultadas
vivas y murieron asfixiadas en sus tumbas, lo que habría ocurrido en
2005 y que recién se ha hecho público. Ambos episodios salieron a la luz
pública debido a que las autoridades de Colonia, municipio en el que se
encuentra Carmelo, pretendieron bajar de seis a dos las horas mínimas
que deben transcurrir para que una persona sea sepultada tras la
denuncia de su muerte. Eduardo Cabral, capataz del cementerio de Carmelo
y vicepresidente del sindicato de empleados municipales del
departamento de Colonia.Cabrera, relató estos casos en la Junta
Departamental de Colonia, como un argumento contra esa medida y sus
dichos fueron luego recogidos por el periódico digital local El
Municipio.
“Era un secreto que teníamos guardado y que salió en la discusión, en la desesperación para que ésto (reducir las horas para la sepultación) no avanzara”, dijo el funcionario a Associated Press. “Cuando abrimos los nichos, sus cajones se habían movido, se habían volcado contra una de sus paredes y estaban subidos en ángulo a una de ellas.
Cuando procedimos a abrir los cajones, uno de los cuerpos estaba retorcido. Imagine el golpe anímico que fue para todos los que trabajamos aquí”, contó Cabral a la AP lo ocurrido en 2005. Dijo que los cajones estaban depositados en nichos de unos 90 centímetros de ancho, con cuatro paredes de hormigón y una tapa. “La tapa pesa más de 100 kilos y el sellado estaba intacto”.
En los cementerios públicos de Uruguay los fallecidos permanecen en la tumba por períodos de varios años que varían según los municipios, y luego ésta se abre, el cuerpo se reduce y los huesos son entregados a la familia del fallecido o depositados en un osario común. Fue cuando realizaban este procedimiento que los funcionarios del cementerio de Carmelo, 240 kilómetros al oeste de Montevideo, descubrieron los casos que ahora denuncian.
El edil Roberto Calvo, integrante de la Junta Departamental de Colonia, desestimó la gravedad de la denuncia y dijo que “son más que nada una leyenda que parte de observaciones de funcionarios sin preparación científica”. Según Calvo, los funcionarios del cementerio lo que pretenden es tener más tiempo para poder sepultar cada cuerpo. “Son pocos y tienen mucho trabajo”, señaló. Hugo Rodríguez, catedrático de medicina legal, explicó que si un cuerpo parece haber experimentado movimientos violentos en su tumba solo pueden existir tres explicaciones: o fue sepultado así, o alguien accedió a su tumba y lo movió, o estaba vivo.
Al entrar o salir del rigor mortis, los músculos de un cadáver sufren cambios y pueden experimentar movimientos leves, pero no cambios de posturas radicales, explicó. Para Rodríguez los esporádicos casos que se presentan en la prensa de personas que “reviven” mientras los están velando tienen una explicación. “Existe lo que se llama el síndrome de Lázaro. Son casos en los que la persona es dada por muerta y no lo está, y luego recupera los signos vitales.
Es raro, pero no es desconocido. Yo he recopilado al menos doce casos ocurridos en distintas partes del mundo en los últimos años, uno de los cuales dio origen a una denuncia penal en Italia”, dijo el especialista médico. Juan Funes, encargado de la empresa de servicios fúnebres Carlos Sicco, dijo que las horas que se necesita esperar para sepultar un cuerpo varían en los 19 departamentos en que se divide Uruguay. En Canelones hay que esperar 12 horas, pero en la capital Montevideo no hay un mínimo establecido: “si uno quiere sepultar un cuerpo una hora después de que murió, puede”. Dijo.
“Era un secreto que teníamos guardado y que salió en la discusión, en la desesperación para que ésto (reducir las horas para la sepultación) no avanzara”, dijo el funcionario a Associated Press. “Cuando abrimos los nichos, sus cajones se habían movido, se habían volcado contra una de sus paredes y estaban subidos en ángulo a una de ellas.
Cuando procedimos a abrir los cajones, uno de los cuerpos estaba retorcido. Imagine el golpe anímico que fue para todos los que trabajamos aquí”, contó Cabral a la AP lo ocurrido en 2005. Dijo que los cajones estaban depositados en nichos de unos 90 centímetros de ancho, con cuatro paredes de hormigón y una tapa. “La tapa pesa más de 100 kilos y el sellado estaba intacto”.
En los cementerios públicos de Uruguay los fallecidos permanecen en la tumba por períodos de varios años que varían según los municipios, y luego ésta se abre, el cuerpo se reduce y los huesos son entregados a la familia del fallecido o depositados en un osario común. Fue cuando realizaban este procedimiento que los funcionarios del cementerio de Carmelo, 240 kilómetros al oeste de Montevideo, descubrieron los casos que ahora denuncian.
El edil Roberto Calvo, integrante de la Junta Departamental de Colonia, desestimó la gravedad de la denuncia y dijo que “son más que nada una leyenda que parte de observaciones de funcionarios sin preparación científica”. Según Calvo, los funcionarios del cementerio lo que pretenden es tener más tiempo para poder sepultar cada cuerpo. “Son pocos y tienen mucho trabajo”, señaló. Hugo Rodríguez, catedrático de medicina legal, explicó que si un cuerpo parece haber experimentado movimientos violentos en su tumba solo pueden existir tres explicaciones: o fue sepultado así, o alguien accedió a su tumba y lo movió, o estaba vivo.
Al entrar o salir del rigor mortis, los músculos de un cadáver sufren cambios y pueden experimentar movimientos leves, pero no cambios de posturas radicales, explicó. Para Rodríguez los esporádicos casos que se presentan en la prensa de personas que “reviven” mientras los están velando tienen una explicación. “Existe lo que se llama el síndrome de Lázaro. Son casos en los que la persona es dada por muerta y no lo está, y luego recupera los signos vitales.
Es raro, pero no es desconocido. Yo he recopilado al menos doce casos ocurridos en distintas partes del mundo en los últimos años, uno de los cuales dio origen a una denuncia penal en Italia”, dijo el especialista médico. Juan Funes, encargado de la empresa de servicios fúnebres Carlos Sicco, dijo que las horas que se necesita esperar para sepultar un cuerpo varían en los 19 departamentos en que se divide Uruguay. En Canelones hay que esperar 12 horas, pero en la capital Montevideo no hay un mínimo establecido: “si uno quiere sepultar un cuerpo una hora después de que murió, puede”. Dijo.
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