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martes, 7 de octubre de 2014

Mayoría adictos padece de otro trastorno

MADRID. (elmundo.es). Lo llaman el síndrome de la puerta equivocada. Ni lo tratan por sí solos los centros de atención a la adicción ni tampoco las unidades de Psiquiatría del sistema público de salud. La patología dual, en la que conviven los trastornos mentales y el consumo de sustancias psicoactivas, aún parece ser invisible a pesar de su magnitud. Al menos el 70% de los pacientes adictos padece una alteración psiquiátrica y se calcula que alrededor del 51% de las personas con enfermedad psiquiátrica tiene problemas con el abuso de sustancias, incluyendo el tabaco.
Una doble afectación que, en la mayoría de los casos, se ignora, por lo que resulta imposible establecer un abordaje correcto y eficaz. “Si tienes un paciente con esquizofrenia y no consideras su adicción, las drogas que ingiera van a interferir en su tratamiento antipsicótico, requiriendo dosis mucho más altas, lo que conlleva efectos secundarios y, al final, el paciente abandona la medicación”, expone a EL MUNDO una de las expertas más relevantes en esta materia, Nora Volkow, directora del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas (NIDA), que forma parte de los Institutos Nacionales de Salud de EEUU.
Si lo que se desconoce del adicto es el trastorno mental que puede haber detrás, el fracaso de la terapia está casi asegurado. Teniendo en cuenta, tal y como argumenta la experta, que, por ejemplo, entre las personas con trastornos de la ansiedad aumenta enormemente el riesgo de alcoholismo” (el 80% de estos enfermos abusan del alcohol), por mucho que los profesionales aborden su adicción, la lucha contra la ansiedad que le lleva a beber está prácticamente perdida. Su tratamiento, remarca Volkow, “debería incluir el problema de la dependencia a sustancias”. Si los cambios cerebrales que explican las conducta adictiva del paciente, continúa, “no se atienden adecuadamente permanecerán, haciendo por lo tanto que la adicción sea una enfermedad crónica como la hipertensión”.
“Tenemos que mejorar muchísimo”, afirma la especialista. Se puede decir que no hay ningún país del mundo que sirva de ejemplo en el abordaje integral de esta patología porque directamente no está reconocida ni por el último Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (el llamado DSM5, una especie de biblia de la Psiquiatría) ni por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
“Sigue predominando la visión conservadora que asume la adicción como un problema de debilidad de carácter o vicio y no como una enfermedad cerebral y mental”, explica Volkow. Paradójico teniendo en cuenta que ya en los años ochenta se demostró que en las personas adictas existe un desajuste cerebral que afecta al funcionamiento de las áreas que permiten ejercer el control sobre los deseos, es decir, interfiere en la capacidad para dominar los impulsos. ¿A qué se debe este desajuste? Al igual que en otros trastornos mentales, existen factores neurobiológicos, ambientales y genéticos. “Sabemos que -claramente- hay diferencias genéticas que determinan que una persona sea mucho más vulnerable que otra”, asegura Volkow.
Estas particularidades cerebrales se han constatado, en buena medida, gracias a las investigaciones de la doctora Volkow, reconocida mundialmente por ser pionera en el uso de imágenes cerebrales para estudiar los efectos tóxicos de las drogas y sus propiedades adictivas. Sus trabajos han documentado los cambios que se producen (por culpa de las drogas) en el sistema de la dopamina y que afectan las acciones de las regiones frontales del cerebro involucradas en la motivación, el impulso y el placer, así como la disminución de la dopamina en el cerebro. Hallazgos que verifican que la drogadicción es una enfermedad del cerebro, “un problema médico que puede ser tratado y rehabilitado, como se hace con otro tipo de enfermedades que tienen que ver con el cerebro, como la epilepsia”, comenta Volkow.
Sin embargo, y a pesar de las evidencias científicas, los consensos profesionales continúan excluyendo la patología dual del católogo oficial de enfermedades psiquiátricas, por lo que los afectados siguen sin tener una puerta abierta que les brinde un abordaje integral, correcto y eficaz. Al ser tratados sólo en un aspecto, expone Nestor Szerman, jefe de servicio de Salud Mental en el Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid, “esta doble enfermedad mental se alarga” y se enmaraña. Surgen recaídas, conlleva mayor riesgo de hospitalización, violencia, complicaciones médicas y encarcelación”.
En palabras de Nora Volkow, “la falta de diagnóstico y tratamiento inciden en la elevada morbilidad y mortalidad de los pacientes” y el sufrimiento de sus más allegados. “De todas las enfermedades, la que más destruye la vida familiar es la adicción”.
Un abordaje integral no sólo evitaría estas consecuencias y lograría un tratamiento eficaz, además, desde el punto de vista de la eficiencia, “también se reducirían costes”, asegura Szerman, porque, directamente, “disminuirían las duplicidades que hay en los recursos disponibles”. En los servicios paralelos, agrega, “son frecuentes las dificultades de accesibilidad, poca adherencia, atención, continuidad de los cuidados, mensajes contrarios…”.
Esta terapia conjunta, puntualiza la investigadora estadounidense, “incluye también la atención médica a otros problemas clínicos que coexistan con la patología dual que son bastante frecuentes. Por ejemplo, los que tienen dolor crónico son muy difíciles de manejar y en ellos, la prevalencia del consumo de drogas es mucho más alto.
Los más adelantados en este asunto, señala Volkow, “son los psiquiatras españoles”. De hecho, el término se acuñó en nuestro país por el profesor Miguel Casas que, junto con Nestor Szerman, han situado a la Sociedad Española de Patología Dual (SEPD, constituida en 2005)a la cabeza mundial en este área científica.

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