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jueves, 29 de julio de 2010

Su esposo tiene SIDA pero ella no

Cuando Pedro le confesó a Mónica su secreto, no hubo reclamos ni abandono. Ella decidió seguir como su pareja pero con una gran precaución: siempre utilizar condón en sus relaciones sexuales. No podía exponerse al Virus de Inmunodeficiencia Humana que él había adquirido 11 años atrás.

Un descuido en su actividad sexual la dejó embarazada. El miedo llegó. Pedro ya había vivido la muerte de su ex esposa por sida. A Mónica le aconsejaban abortar de inmediato con el argumento de que esos niños duraban vivos sólo meses. Mónica se echó a cuestas todo el valor para hacerse la prueba de sangre y saber qué le esperaba.

Los resultados la animaron. Hoy tiene siete meses de gestación, pero ni ella ni la bebé (el martes supo que es niña) están infectados. La explicación de su salud es multifactorial y depende de la genética, del sistema inmune y de la capacidad del virus para replicarse.

Para que Mónica y la bebé no resultaran infectados tuvo que intervenir alguno de esos tres factores o incluso los tres. Sin embargo, hasta hoy la ciencia no ha podido determinar en qué medida participa cada uno de ellos para no infectarse a pesar de las situaciones de riesgo durante las relaciones sexuales.

Nuevas investigaciones

Para investigar qué sucede en México, en el Centro de Investigación en Enfermedades Infecciosas (CIENI), dependiente del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER), recién se ha formado un grupo de 50 personas con VIH que tienen parejas que no han sido infectadas. A estas parejas se les llama “cero discordantes”.

“El instituto interna cada año a 250 enfermos de VIH. Entre nuestros pacientes hemos reunido un grupo de 50 personas que no han infectado a sus parejas. Apenas estamos haciendo estudios para saber por qué razón no se han infectado. Confiamos que en los próximos años puedan identificarse los factores de manera más clara”, dice Gustavo Reyes Terán, jefe del Departamento del INER y director del CIENI.

En las parejas “cero discordantes” reunidas por el INER predominan casos en los que la mujer no se ha infectado.

Las investigaciones respecto a estas parejas tiene antecedentes importantes realizados por el doctor estadounidense Rodney Hoff, quien antes de 1994 registró en sus grupos de estudio a una pareja de hombres, uno infectado y el otro no. Entonces ya se sabía que para que una persona desarrollara la infección el virus se alojaba en la molécula llamada CD4.

No obstante, una aportación reveladora de esos años dio un vuelco a las investigaciones en el mundo: para que el VIH se contagiara era necesaria la presencia de un receptor llamado CCR5. Ese descubrimiento provocó llevar a cabo estudios en parejas no infectadas para saber las condiciones de esta nueva variable.

Los especialistas encontraron que muchas personas no infectadas, pero expuestas al virus, tenían un defecto genético que no dejaba expresar bien al CCR5, lo que provocaba que no se pudiera establecer el VIH.

De acuerdo con Santiago Ávila, investigador del CIENI, la expresión de CCR5 por defecto genético es muy rara en México. “No hemos encontrado casos de personas expuestas no infectadas con dichas características, por lo que debemos avanzar en la investigación para explicar otras variables. Cierto es que cada caso tendrá su explicación particular”, dice el especialista.

Los números

Las investigaciones señalan que la transmisión del VIH en coito vaginal de un hombre heterosexual infectado a mujer sana alcanza un promedio de 0.5%. No obstante, la mezcla de factores determinará la probabilidad de contagio, pues incluso las infecciones vaginales pueden ser propicias para desarrollar VIH.

De acuerdo con Censida (Centro Nacional para la Prevención y Control de VIH-Sida), en México la prevalencia de infección en hombres alcanza 0.5%, mientras que en mujeres va de 0.08% a 0.1%, lo que significa que la probabilidad de encontrar a una mujer infectada oscila entre 8 por 10 mil o una por mil.

Desde hace años se sabe, por ejemplo, que sólo 25% de las esposas de personas con hemofilia (enfermedad genética que dificulta la coagulación de la sangre y que se caracteriza por hemorragias internas o externas) e infectadas también con VIH se contagiaban con el virus.

“Un joven gay que quiere tener con un trabajador sexual sexo anal receptivo sin condón, tiene un mayor riesgo, pues de inicio, la prevalecía del VIH entre los trabajadores sexuales homosexuales es de 11% con una probabilidad de transmisión de 2%”, explica el director general de Censida, José Antonio Izazola.

La realidad

Según Censida, no existe una persona totalmente inmune al VIH. “La exposición, así como los factores de inmunidad, virulencia y genética, intervienen para el desarrollo de la infección al primer contacto. Lo cierto es, que siempre existe la probabilidad”.

Un estudio de hace 10 años en trabajadoras sexuales multiexpuestas al virus en Sudáfrica, Nairobi y Uganda dio resultados negativos a la infección. Pero un seguimiento de la comunidad comprobó que luego se infectaron.

Cuando el VIH se establece en el organismo y no se inicia un tratamiento, pasan 10 o 12 años para que, en cerca de 85% de los casos, la persona fallezca.

Pedro está medicado desde hace 12 años. Por ello, ahora resulta indetectable la carga viral (o cantidad de virus) en su sangre; según los especialistas, eso contribuyó a que Mónica no se contagiara.

Mónica comparte con Pedro la felicidad de la llegada de una niña que nacerá por cesárea, pero también una vida con el riesgo latente, aunque mínimo, de infectarse. “Amo a mi esposo, me aceptó con mis dos hijos de mi anterior relación; ellos le llaman papá. Sí, tengo miedo a quedar infectada pero algún día me tocará morir, ¿no?”, dice Mónica.

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