El Presidente Obama llegó a Cuba este domingo y se convirtió así en el primer líder estadounidense en visitar la isla en casi nueve décadas. El viaje, resultado de un viraje diplomático radical que empezó hace 15 meses, tiene el potencial de generar lazos más estrechos entre antiguos enemigos y acabar con uno de los últimos fantasmas de la Guerra Fría.
Sin embargo, los desafíos de una relación más cercana se hicieron evidentes cuando, horas antes de que el avión presidencial aterrizara en el Aeropuerto Internacional José Martí, un grupo de policías, rodeados por manifestantes oficialistas, detuvo a docenas de personas que participaban en la marcha de las Damas de Blanco, un conocido grupo disidente.
Muchos esperaban que la protesta —que suele ocurrir los domingos en frente de una iglesia en la zona de Miramar, en La Habana— se convirtiera en una prueba de la tolerancia hacia la disidencia durante el viaje de Obama. Los arrestos confirmaron que el gobierno cubano ha mantenido, e incluso ha intensificado, sus tácticas represivas en preparación para la visita oficial.
“Pensamos que iba a haber una tregua, pero no fue así”, dijo Elizardo Sánchez, dirigente de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, y acotó que los arrestos sucedieron justo cuando “Obama estaba en el aire, volando hacia Cuba”.
La pregunta sobre cómo manejar la oposición al gobierno del Presidente Raúl Castro es apenas uno de los temas difíciles que Obama tendrá que abordar durante su visita.
Berta Soler, líder de las Damas de Blanco, es parte de un grupo de disidentes invitados a reunirse con Obama este martes en la Embajada de Estados Unidos. Según otros disidentes, aún no está claro si Soler irá a la reunión dada su oposición a la política de acercamiento del presidente estadounidense.
El esfuerzo de Obama por tratar de reunir a antiguos enemigos le asegura un gran apoyo entre los cubanos que lo describen como una figura transformadora, y también en Estados Unidos, donde cada vez hay más interés por Cuba.
Obama, que llegó a la isla acompañado por la Primera Dama Michelle Obama, sus hijas Sasha y Malia, y su suegra Marian Robinson, empezará y acabará su viaje con un poco de actividades turísticas: la tarde de este domingo visitó el centro histórico de La Habana y el martes, antes de irse, disfrutará de un juego de exhibición entre un equipo de béisbol de las grandes ligas y el equipo nacional cubano.
El resto de su itinerario refleja las contradicciones que todavía plantean retos para la relación entre los países: el lunes se reunirá con el Presidente Raúl Castro en el Palacio de la Revolución (la sede del gobierno comunista), y el martes, con el grupo de disidentes que han sido víctimas de la represión estatal.
Obama llegó acompañado por una delegación de congresistas republicanos y demócratas dispuestos a mostrar su apoyo para acabar con el embargo comercial, una piedra en el zapato que dificulta la normalización de las relaciones. También vinieron docenas de ejecutivos estadounidenses en busca de posibles oportunidades de negocio en la isla.
Obama se trasladó el domingo a la Embajada de Estados Unidos en Cuba, donde la bandera estadounidense se izó en agosto pasado por primera vez desde que el Presidente Dwight D. Eisenhower rompió relaciones diplomáticas con Cuba en 1961. También tiene planeado reunirse con el Cardenal Jaime Ortega, quien jugó un papel importante en las conversaciones secretas que llevaron al acercamiento en 2014. El cardenal, incluso, hizo un viaje en secreto a la Casa Blanca como interlocutor del Papa Francisco con el propósito de lograr un acuerdo entre Obama y Raúl Castro.
En la Catedral de la Virgen de la Inmaculada Concepción, una de las paradas esperadas de Obama de este domingo en su paseo por el centro histórico, algunos cubanos celebraron el Domingo de Ramos y, entre oraciones, susurraban sobre la visita presidencial.
Afuera, algunos creyentes estaban sorprendidos de que Obama no solo se reuniría con el gobierno cubano, sino también con la Iglesia católica.
“Es importante que él también entienda la Iglesia”, dijo Hortencia Dominguez, de 58 años, quien llegó a misa con unos leggings de la bandera de Estados Unidos. “Es bueno que haya venido”.
Los cubanos han demostrado una gran afinidad hacia Obama durante su presidencia que se ha intensificado desde que se anunció la normalización de las relaciones con Cuba el 17 de diciembre de 2014. Para muchos la fecha es un nuevo punto de partida para el país, y comparte el mismo sentido histórico que otros días importantes, como el 26 de julio de 1953, cuando Fidel Castro asaltó el Cuartel Moncada e inició la Revolución.
Durante varias semanas, las autoridades se han dedicado a embellecer a La Habana. Las calles con huecos fueron reparchadas y algunos edificios a lo largo de la ruta de Obama fueron pintados de color pastel; por eso ya los cubanos le dicen “Santo Obama” y hacen chistes sobre su visita. “Ojalá se quedara un mes o un año aquí”, dicen.
El gobierno cubano ha dejado en claro, a través de editoriales, detenciones preventivas y demás tácticas, que no tolerará demostraciones o cualquier otra forma de disidencia pública en contra del gobierno o de Estados Unidos. La palabra que han escogido es “respeto”, bien distinta a “imperialismo”, la palabra asociada con Estados Unidos durante más de 50 años.
Aún hay dudas, en especial entre la juventud, sobre qué puede cambiar a raíz de la visita. Afuera del estadio de béisbol que recibirá a Obama el martes, Juliet Garcia Gonzalez, de 17 años, dijo que estaba feliz por la visita porque el presidente le había dado esperanza a su generación, algo difícil en un país que desde hace muchos años parece estancado en la historia.
Sin embargo, los desafíos de una relación más cercana se hicieron evidentes cuando, horas antes de que el avión presidencial aterrizara en el Aeropuerto Internacional José Martí, un grupo de policías, rodeados por manifestantes oficialistas, detuvo a docenas de personas que participaban en la marcha de las Damas de Blanco, un conocido grupo disidente.
Muchos esperaban que la protesta —que suele ocurrir los domingos en frente de una iglesia en la zona de Miramar, en La Habana— se convirtiera en una prueba de la tolerancia hacia la disidencia durante el viaje de Obama. Los arrestos confirmaron que el gobierno cubano ha mantenido, e incluso ha intensificado, sus tácticas represivas en preparación para la visita oficial.
“Pensamos que iba a haber una tregua, pero no fue así”, dijo Elizardo Sánchez, dirigente de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, y acotó que los arrestos sucedieron justo cuando “Obama estaba en el aire, volando hacia Cuba”.
La pregunta sobre cómo manejar la oposición al gobierno del Presidente Raúl Castro es apenas uno de los temas difíciles que Obama tendrá que abordar durante su visita.
Berta Soler, líder de las Damas de Blanco, es parte de un grupo de disidentes invitados a reunirse con Obama este martes en la Embajada de Estados Unidos. Según otros disidentes, aún no está claro si Soler irá a la reunión dada su oposición a la política de acercamiento del presidente estadounidense.
El esfuerzo de Obama por tratar de reunir a antiguos enemigos le asegura un gran apoyo entre los cubanos que lo describen como una figura transformadora, y también en Estados Unidos, donde cada vez hay más interés por Cuba.
Obama, que llegó a la isla acompañado por la Primera Dama Michelle Obama, sus hijas Sasha y Malia, y su suegra Marian Robinson, empezará y acabará su viaje con un poco de actividades turísticas: la tarde de este domingo visitó el centro histórico de La Habana y el martes, antes de irse, disfrutará de un juego de exhibición entre un equipo de béisbol de las grandes ligas y el equipo nacional cubano.
El resto de su itinerario refleja las contradicciones que todavía plantean retos para la relación entre los países: el lunes se reunirá con el Presidente Raúl Castro en el Palacio de la Revolución (la sede del gobierno comunista), y el martes, con el grupo de disidentes que han sido víctimas de la represión estatal.
Obama llegó acompañado por una delegación de congresistas republicanos y demócratas dispuestos a mostrar su apoyo para acabar con el embargo comercial, una piedra en el zapato que dificulta la normalización de las relaciones. También vinieron docenas de ejecutivos estadounidenses en busca de posibles oportunidades de negocio en la isla.
Obama se trasladó el domingo a la Embajada de Estados Unidos en Cuba, donde la bandera estadounidense se izó en agosto pasado por primera vez desde que el Presidente Dwight D. Eisenhower rompió relaciones diplomáticas con Cuba en 1961. También tiene planeado reunirse con el Cardenal Jaime Ortega, quien jugó un papel importante en las conversaciones secretas que llevaron al acercamiento en 2014. El cardenal, incluso, hizo un viaje en secreto a la Casa Blanca como interlocutor del Papa Francisco con el propósito de lograr un acuerdo entre Obama y Raúl Castro.
En la Catedral de la Virgen de la Inmaculada Concepción, una de las paradas esperadas de Obama de este domingo en su paseo por el centro histórico, algunos cubanos celebraron el Domingo de Ramos y, entre oraciones, susurraban sobre la visita presidencial.
Afuera, algunos creyentes estaban sorprendidos de que Obama no solo se reuniría con el gobierno cubano, sino también con la Iglesia católica.
“Es importante que él también entienda la Iglesia”, dijo Hortencia Dominguez, de 58 años, quien llegó a misa con unos leggings de la bandera de Estados Unidos. “Es bueno que haya venido”.
Los cubanos han demostrado una gran afinidad hacia Obama durante su presidencia que se ha intensificado desde que se anunció la normalización de las relaciones con Cuba el 17 de diciembre de 2014. Para muchos la fecha es un nuevo punto de partida para el país, y comparte el mismo sentido histórico que otros días importantes, como el 26 de julio de 1953, cuando Fidel Castro asaltó el Cuartel Moncada e inició la Revolución.
Durante varias semanas, las autoridades se han dedicado a embellecer a La Habana. Las calles con huecos fueron reparchadas y algunos edificios a lo largo de la ruta de Obama fueron pintados de color pastel; por eso ya los cubanos le dicen “Santo Obama” y hacen chistes sobre su visita. “Ojalá se quedara un mes o un año aquí”, dicen.
El gobierno cubano ha dejado en claro, a través de editoriales, detenciones preventivas y demás tácticas, que no tolerará demostraciones o cualquier otra forma de disidencia pública en contra del gobierno o de Estados Unidos. La palabra que han escogido es “respeto”, bien distinta a “imperialismo”, la palabra asociada con Estados Unidos durante más de 50 años.
Aún hay dudas, en especial entre la juventud, sobre qué puede cambiar a raíz de la visita. Afuera del estadio de béisbol que recibirá a Obama el martes, Juliet Garcia Gonzalez, de 17 años, dijo que estaba feliz por la visita porque el presidente le había dado esperanza a su generación, algo difícil en un país que desde hace muchos años parece estancado en la historia.
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